Miguel Mirra en Barcelona

Por: Natàlia Fernández, Departament de Premsa, ICCI

Miguel Mirra es uno de los documentalistas argentinos, y aun latinoamericanos, con más proyección y reconocimientos internacionales. Además es guionista y director de cine, con 8 películas a sus espaldas. Nos visita en Barcelona con ocasión del Festival Docúpolis, celebrado en el Institut Català de Cooperació Iberoamericana y en el CCCB.

ICCI: Empezamos con una pregunta obligada, ¿qué significa documental social?

MM: Antiguamente se refería a los documentales que abordaban temáticas sociales, clases sociales, o sectores, o diferentes estructuras de relación social en una misma sociedad que, al entrar en conflicto, generan la temática de lo que aborda el documental social. En América Latina el documental social siempre estuvo vinculado a la lucha de clases. Todas las luchas de los 60, de los 70...Aquí tenemos una mezcla que, al menos en América Latina, se hace difícil de diferenciar, que es el documental social y el documental político. Son dos cosas diferentes para nosotros, en el sentido de que el documental social aborda el conflicto social independientemente de sus consecuencias políticas...Obviamente en cualquier documental social van a aparecer como datos de ese conflicto social, es decir, quiénes representan a los diferentes sectores sociales, pero siempre el documental social preserva la idea de mantenerse en el campo de los sectores sociales que están enfrentados entre sí. El documental político se refiere más que nada a la relación con el poder. En América Latina hay como una mezcla que nosotros tratamos de desglosar. Por ejemplo, muchos de los documentales que se hicieron en la Argentina durante la caída del gobierno de De la Rúa se presentaron como documentales sociales y no, eran políticos, porque lo que estaba en juego ahí no era el enfrentamiento entre diferentes sectores sociales sino un grupo bastante heterogéneo de sectores y personas con respecto a un gobierno...se trata estrictamente de algo político, vinculado al poder.

ICCI: Dadas estas coordenas, el documental social, ¿refleja, refracta, critica...?

MM: No...por eso decía que antiguamente el documental social abordaba el conflicto social...Pero hay otra manera de hacer documentales a los cuales también se les llama sociales y que son los problemas sociales, por ejemplo el hambre, o temas de salud...Es decir, problemas sociales que no tienen que ver con sectores de la sociedad sino que se los interpreta como generalizados en la sociedad. No sé..el chagas, la enfermedad del chagas, que es prácticamente latinoamericana. Bueno, hacer un documental sobre eso sería hacer un documental social, no un documental sobre medicina, porque el chagas es una enfermedad que tiene una base absolutamente social. Y económica, en última instancia, pero bueno...Entonces se podría llamar documental social, y sería legítimo, a temas que no tienen que ver con el conflicto social sino que tienen que ver con problemas que afectan al conjunto de la sociedad o a un sector de la sociedad. En otra época, cuando el tema de derechos humanos estaba tan en boga, por ejemplo, el tema de los indígenas del Chaco que no tenían acceso a determinadas cuestiones, pues eso era documental social, no de derechos humanos. Si se lo enfoca desde el lado de la discriminación...En suma, los problemas de cualquier sector social, aunque no se trate de conflicto, pueden incluirse en lo que es el documental social. Y ahora últimamente ha surgido otra variante del documental social que aborda más que nada la superación de los problemas planteados en la sociedad, más que en conflicto y más que los problemas en sí mismos. Y aquí (alude al Festival Docúpolis, celebrado en Barcelona) se van a presentar algunas cosas. Por ejemplo, después de la crisis económica, social y ética, la Argentina ha tratado de seguir adelante por otras vías...ha aparecido gente que ha empezado a recolectar papeles. La gente se ha empezado a organizar, ha aparecido una asociación de cartoneros. Entonces se han empezado a hacer documentales en que el conflicto aparece como contexto, pero no es lo central del documental. Lo central es, bueno, ¿cómo es que esta gente se organiza para sobrevivir, cuáles son sus relaciones internas? Por ejemplo, también se va a ver aquí algo sobre las empresas recuperadas, fábricas recuperadas, o sea, fábricas que han caído, se han declarado en quiebra, o los dueños las han abandonado, y los trabajadores se hacían cargo de la fábrica, y de otras empresas que no eran sólo fábricas... Diarios, por ejemplo, como es el “Justicia” de Córdoba...y los trabajadores se han hecho cargo y las hacen producir. ¿Cómo es que se han organizado esos trabajadores para llevar adelante la fábrica? ¿Cómo hacen? ¿Cómo producen? Hay un montón de documentales que abordan el tema de lo social pero desde el momento en que la gente se agrupa y trata de superar sus problemas y empieza a armar proyectos...ya no son historias vividas sino que son documentales sociales. Ahora en Argentina hay un auge de eso porque hay también un auge de todas estas nuevas formas que la gente inventa para sobrevivir. También puede considerarse documental social aquél que aborda el tema de la delincuencia, pero no hay muchos trabajos sobre eso, en la Argentina por lo menos. Pero con el crecimiento de la delincuencia que deriva de la crisis se podría abordar, y sería documental social. Es decir, el documental social es amplísimo hoy por hoy.

ICCI: En este mismo orden de cosas, ¿qué importancia pueden tener las comunidades indígenas, por ejemplo, las del norte de Argentina, de Salta y Jujuy, sus movilizaciones, sus reivindicaciones?

MM: Bueno, hay otro género...El tema de los géneros es bastante complicado y discutible, pero hay un género que sería el del documental antropológico, que son documentales que abordan la temática de otras culturas o subculturas, de sociedades diferentes o de la propia. Lo que pasa es que en Latinoamérica en principio se separa el tema cultural de lo social...Las reivindicaciones de los pueblos indígenas son culturales pero también son sociales, por ejemplo por el acceso a la educación...Te voy a dar un ejemplo de documental social y cultural. Hay comunidades indígenas que quieren que se imparta educación en su propia lengua. Eso es una reivindicación antropológica y que no tiene que ver con lo social, pero hay un aspecto que sí tiene que ver con lo social, que es la educación en sí: el estado debe pagar, el conjunto de la sociedad debe pagar a unos docentes, pero esos docentes, además, tienen que enseñar en una lengua propia, han de ser docentes de una comunidad determinada...Es difícil hacer un documental antropológico puro en América Latina, en Argentina...

ICCI: Usted tiene formación antropológica, ¿cómo ha dado el salto de lo antropológico a lo audiovisual? ¿O no hay tal salto, sino un matrimonio bien avenido?

MM: Bueno, no soy antropólogo....No terminé de recibirme. Estudiaba, pero en medio de eso me puse a estudiar cine como herramienta...Y ya seguí en el cine, y la antropología quedó como un conocimiento imprescindible para un documentalista...

ICCI: ¿Existiría por lo tanto la antropología audiovisual?

MM: Sí, sin duda. Ésa es otra vieja polémica que también tenemos allí. El documentalista que hace trabajo antropológico o el antropólogo que se pone a hacer documentales...Pero creo que es válido, que hay puntos de contacto, sí.

ICCI: Dificultades técnicas, escasez de presupuesto...¿Qué le dicen todas esas cosas?

MM: Yo he lidiado mucho con la escuela del dogma, esa escuela que ha surgido por Holanda...y que sostenía que lo mejor era producir con la menor cantidad de recursos posibles. Allí nos partíamos de la risa, porque decíamos: “Éstos están inventando algo que nosotros venimos haciendo desde siempre”...Aparte de que es muy fácil, cuando uno tiene todos los recursos, darse el lujo snob de decir “voy a hacer con poco”. El tema es cuando uno tiene que hacer con poco porque no le queda otro remedio. Pero eso es algo común a toda América Latina. Hay apoyo político al cine oficial, pero al documental en absoluto. Formalmente existe, se hacen concursos...pero luego no aparece la plata. El documental es como el pariente pobre...y además discapacitado. Entonces se piensa, “¿Para qué voy a invertir en éste si, pobrecito, hay que meterlo en un orfanato?”.

ICCI: ¿Por qué le ha interesado retratar la dureza de la vida de los soldados de Las Malvinas?

MM: No sé...No he retratado la dureza. Es difícil el tema de Las Malvinas en Argentina, hay muchos intereses relacionados con la dictadura militar argentina...como si la cuestión Malvinas sólo hubiera sido una memoria colectiva de los argentinos. Se trata de una reivindicación histórica y más que territorial es simbólica...Lo que yo quería dejar claro en la película es que los soldados que estuvieron presentes allí no fueron a servir a la dictadura, fueron a servir a ideales más allá de la dictadura. Mal para ellos y mal para todos, porque al final la cosa no terminó bien para nosotros. Y yo creo que, como tantos en Argentina, los ex combatientes, los veteranos de guerra, han quedado abandonados y han “desaparecido” como tantos, los han ocultado...A nivel de las cúpulas se ha dado un proceso llamado de “desmalvinización”, que ha consistido en borrar de la memoria de los argentinos el tema de la independencia nacional, de la soberanía nacional, de la dignidad nacional...identificándolas con lo fascista de la dictadura.

ICCI: Hay una frase suya que me gustaría mucho que comentara: “Sabemos que los documentalistas somos unos pocos entre los miles de oprimidos”

MM: Es un poco lo que veníamos hablando...En Argentina están los indígenas oprimidos, están los trabajadores explotados, las mujeres, los diferentes...y bueno, nosotros no sufrimos ni más ni menos que el resto. Pero por ahí tenemos algunas herramientas que nos permiten hablar por todos...Otros no las tienen. Pero para hacer eso hay que estar con ellos, estar allí, no se puede hacer desde afuera, a la distancia. Hablamos de los jóvenes que están oprimidos, olvidados, y todas esas situaciones terribles de violencia institucional, violencia callejera, los chicos de la calle, los ancianos que no puede cobrar su jubilación...Yo creo que la mayoría de argentinos hoy por hoy son explotados, oprimidos brutalmente. Nosotros somos un país de eso, y no tenemos que considerarnos otra cosa, me parece a mí.

ICCI: También, en algún momento, habla de la misión del documentalista. En parte ya ha quedado respondido en todo lo dicho hasta ahora, sobre todo en lo que concierne al valor y objetivos del documental, pero ¿cabría añadir algo más?

MM: Yo creo que básicamente es eso: compartir con otros. Es el pensamiento compartido. Y yo, en este momento y a nivel personal, y como otros tantos del movimiento documentalista, trato de compartir con los que tratan de salir, con los trabajadores que hacen funcionar las empresas abandonadas, los que hacen andar las cooperativas....bueno, con todos los que tratan de organizarse para poder sobrevivir en el marco de una sociedad en crisis total, casi total, sin valores permanentes, que ha perdido toda noción de futuro y con un estado que prácticamente ha desaparecido y se ha transformado de hecho en una administración colonial...No es otra cosa. Entonces la gente trata de sobrevivir y la misión nuestra es estar con ellos, y compartir con otros esta posibilidad de organizarse independientemente del estado de decadencia, de los funcionarios corruptos al servicio de intereses que no son los de la gente, que sea también ejemplo para otros, que hay otros caminos que no son el abandonarse, caer en la delincuencia, en la violencia. La misión nuestra hoy está allí adentro. Y también afuera, como ahora, que traemos esta muestra para compartir también en Barcelona una visión que no es la oficial, la de los grandes medios.