Miguel Mirra en Barcelona

Por: Natàlia Fernández, Departament de Premsa, ICCI

Miguel Mirra es uno de los documentalistas argentinos, y aun latinoamericanos, con más proyección y reconocimientos internacionales. Además es guionista y director de cine, con 8 películas a sus espaldas. Nos visita en Barcelona con ocasión del Festival Docúpolis, celebrado en el Institut Català de Cooperació Iberoamericana y en el CCCB.

ICCI: Empezamos con una pregunta obligada, ¿qué significa documental social?

MM: Antiguamente se refería a los documentales que abordaban temáticas sociales, clases sociales, o sectores, o diferentes estructuras de relación social en una misma sociedad que, al entrar en conflicto, generan la temática de lo que aborda el documental social. En América Latina el documental social siempre estuvo vinculado a la lucha de clases. Todas las luchas de los 60, de los 70...Aquí tenemos una mezcla que, al menos en América Latina, se hace difícil de diferenciar, que es el documental social y el documental político. Son dos cosas diferentes para nosotros, en el sentido de que el documental social aborda el conflicto social independientemente de sus consecuencias políticas...Obviamente en cualquier documental social van a aparecer como datos de ese conflicto social, es decir, quiénes representan a los diferentes sectores sociales, pero siempre el documental social preserva la idea de mantenerse en el campo de los sectores sociales que están enfrentados entre sí. El documental político se refiere más que nada a la relación con el poder. En América Latina hay como una mezcla que nosotros tratamos de desglosar. Por ejemplo, muchos de los documentales que se hicieron en la Argentina durante la caída del gobierno de De la Rúa se presentaron como documentales sociales y no, eran políticos, porque lo que estaba en juego ahí no era el enfrentamiento entre diferentes sectores sociales sino un grupo bastante heterogéneo de sectores y personas con respecto a un gobierno...se trata estrictamente de algo político, vinculado al poder.

ICCI: Dadas estas coordenas, el documental social, ¿refleja, refracta, critica...?

MM: No...por eso decía que antiguamente el documental social abordaba el conflicto social...Pero hay otra manera de hacer documentales a los cuales también se les llama sociales y que son los problemas sociales, por ejemplo el hambre, o temas de salud...Es decir, problemas sociales que no tienen que ver con sectores de la sociedad sino que se los interpreta como generalizados en la sociedad. No sé..el chagas, la enfermedad del chagas, que es prácticamente latinoamericana. Bueno, hacer un documental sobre eso sería hacer un documental social, no un documental sobre medicina, porque el chagas es una enfermedad que tiene una base absolutamente social. Y económica, en última instancia, pero bueno...Entonces se podría llamar documental social, y sería legítimo, a temas que no tienen que ver con el conflicto social sino que tienen que ver con problemas que afectan al conjunto de la sociedad o a un sector de la sociedad. En otra época, cuando el tema de derechos humanos estaba tan en boga, por ejemplo, el tema de los indígenas del Chaco que no tenían acceso a determinadas cuestiones, pues eso era documental social, no de derechos humanos. Si se lo enfoca desde el lado de la discriminación...En suma, los problemas de cualquier sector social, aunque no se trate de conflicto, pueden incluirse en lo que es el documental social. Y ahora últimamente ha surgido otra variante del documental social que aborda más que nada la superación de los problemas planteados en la sociedad, más que en conflicto y más que los problemas en sí mismos. Y aquí (alude al Festival Docúpolis, celebrado en Barcelona) se van a presentar algunas cosas. Por ejemplo, después de la crisis económica, social y ética, la Argentina ha tratado de seguir adelante por otras vías...ha aparecido gente que ha empezado a recolectar papeles. La gente se ha empezado a organizar, ha aparecido una asociación de cartoneros. Entonces se han empezado a hacer documentales en que el conflicto aparece como contexto, pero no es lo central del documental. Lo central es, bueno, ¿cómo es que esta gente se organiza para sobrevivir, cuáles son sus relaciones internas? Por ejemplo, también se va a ver aquí algo sobre las empresas recuperadas, fábricas recuperadas, o sea, fábricas que han caído, se han declarado en quiebra, o los dueños las han abandonado, y los trabajadores se hacían cargo de la fábrica, y de otras empresas que no eran sólo fábricas... Diarios, por ejemplo, como es el “Justicia” de Córdoba...y los trabajadores se han hecho cargo y las hacen producir. ¿Cómo es que se han organizado esos trabajadores para llevar adelante la fábrica? ¿Cómo hacen? ¿Cómo producen? Hay un montón de documentales que abordan el tema de lo social pero desde el momento en que la gente se agrupa y trata de superar sus problemas y empieza a armar proyectos...ya no son historias vividas sino que son documentales sociales. Ahora en Argentina hay un auge de eso porque hay también un auge de todas estas nuevas formas que la gente inventa para sobrevivir. También puede considerarse documental social aquél que aborda el tema de la delincuencia, pero no hay muchos trabajos sobre eso, en la Argentina por lo menos. Pero con el crecimiento de la delincuencia que deriva de la crisis se podría abordar, y sería documental social. Es decir, el documental social es amplísimo hoy por hoy.

ICCI: En este mismo orden de cosas, ¿qué importancia pueden tener las comunidades indígenas, por ejemplo, las del norte de Argentina, de Salta y Jujuy, sus movilizaciones, sus reivindicaciones?

MM: Bueno, hay otro género...El tema de los géneros es bastante complicado y discutible, pero hay un género que sería el del documental antropológico, que son documentales que abordan la temática de otras culturas o subculturas, de sociedades diferentes o de la propia. Lo que pasa es que en Latinoamérica en principio se separa el tema cultural de lo social...Las reivindicaciones de los pueblos indígenas son culturales pero también son sociales, por ejemplo por el acceso a la educación...Te voy a dar un ejemplo de documental social y cultural. Hay comunidades indígenas que quieren que se imparta educación en su propia lengua. Eso es una reivindicación antropológica y que no tiene que ver con lo social, pero hay un aspecto que sí tiene que ver con lo social, que es la educación en sí: el estado debe pagar, el conjunto de la sociedad debe pagar a unos docentes, pero esos docentes, además, tienen que enseñar en una lengua propia, han de ser docentes de una comunidad determinada...Es difícil hacer un documental antropológico puro en América Latina, en Argentina...

ICCI: Usted tiene formación antropológica, ¿cómo ha dado el salto de lo antropológico a lo audiovisual? ¿O no hay tal salto, sino un matrimonio bien avenido?

MM: Bueno, no soy antropólogo....No terminé de recibirme. Estudiaba, pero en medio de eso me puse a estudiar cine como herramienta...Y ya seguí en el cine, y la antropología quedó como un conocimiento imprescindible para un documentalista...

ICCI: ¿Existiría por lo tanto la antropología audiovisual?

MM: Sí, sin duda. Ésa es otra vieja polémica que también tenemos allí. El documentalista que hace trabajo antropológico o el antropólogo que se pone a hacer documentales...Pero creo que es válido, que hay puntos de contacto, sí.

ICCI: Dificultades técnicas, escasez de presupuesto...¿Qué le dicen todas esas cosas?

MM: Yo he lidiado mucho con la escuela del dogma, esa escuela que ha surgido por Holanda...y que sostenía que lo mejor era producir con la menor cantidad de recursos posibles. Allí nos partíamos de la risa, porque decíamos: “Éstos están inventando algo que nosotros venimos haciendo desde siempre”...Aparte de que es muy fácil, cuando uno tiene todos los recursos, darse el lujo snob de decir “voy a hacer con poco”. El tema es cuando uno tiene que hacer con poco porque no le queda otro remedio. Pero eso es algo común a toda América Latina. Hay apoyo político al cine oficial, pero al documental en absoluto. Formalmente existe, se hacen concursos...pero luego no aparece la plata. El documental es como el pariente pobre...y además discapacitado. Entonces se piensa, “¿Para qué voy a invertir en éste si, pobrecito, hay que meterlo en un orfanato?”.

ICCI: ¿Por qué le ha interesado retratar la dureza de la vida de los soldados de Las Malvinas?

MM: No sé...No he retratado la dureza. Es difícil el tema de Las Malvinas en Argentina, hay muchos intereses relacionados con la dictadura militar argentina...como si la cuestión Malvinas sólo hubiera sido una memoria colectiva de los argentinos. Se trata de una reivindicación histórica y más que territorial es simbólica...Lo que yo quería dejar claro en la película es que los soldados que estuvieron presentes allí no fueron a servir a la dictadura, fueron a servir a ideales más allá de la dictadura. Mal para ellos y mal para todos, porque al final la cosa no terminó bien para nosotros. Y yo creo que, como tantos en Argentina, los ex combatientes, los veteranos de guerra, han quedado abandonados y han “desaparecido” como tantos, los han ocultado...A nivel de las cúpulas se ha dado un proceso llamado de “desmalvinización”, que ha consistido en borrar de la memoria de los argentinos el tema de la independencia nacional, de la soberanía nacional, de la dignidad nacional...identificándolas con lo fascista de la dictadura.

ICCI: Hay una frase suya que me gustaría mucho que comentara: “Sabemos que los documentalistas somos unos pocos entre los miles de oprimidos”

MM: Es un poco lo que veníamos hablando...En Argentina están los indígenas oprimidos, están los trabajadores explotados, las mujeres, los diferentes...y bueno, nosotros no sufrimos ni más ni menos que el resto. Pero por ahí tenemos algunas herramientas que nos permiten hablar por todos...Otros no las tienen. Pero para hacer eso hay que estar con ellos, estar allí, no se puede hacer desde afuera, a la distancia. Hablamos de los jóvenes que están oprimidos, olvidados, y todas esas situaciones terribles de violencia institucional, violencia callejera, los chicos de la calle, los ancianos que no puede cobrar su jubilación...Yo creo que la mayoría de argentinos hoy por hoy son explotados, oprimidos brutalmente. Nosotros somos un país de eso, y no tenemos que considerarnos otra cosa, me parece a mí.

ICCI: También, en algún momento, habla de la misión del documentalista. En parte ya ha quedado respondido en todo lo dicho hasta ahora, sobre todo en lo que concierne al valor y objetivos del documental, pero ¿cabría añadir algo más?

MM: Yo creo que básicamente es eso: compartir con otros. Es el pensamiento compartido. Y yo, en este momento y a nivel personal, y como otros tantos del movimiento documentalista, trato de compartir con los que tratan de salir, con los trabajadores que hacen funcionar las empresas abandonadas, los que hacen andar las cooperativas....bueno, con todos los que tratan de organizarse para poder sobrevivir en el marco de una sociedad en crisis total, casi total, sin valores permanentes, que ha perdido toda noción de futuro y con un estado que prácticamente ha desaparecido y se ha transformado de hecho en una administración colonial...No es otra cosa. Entonces la gente trata de sobrevivir y la misión nuestra es estar con ellos, y compartir con otros esta posibilidad de organizarse independientemente del estado de decadencia, de los funcionarios corruptos al servicio de intereses que no son los de la gente, que sea también ejemplo para otros, que hay otros caminos que no son el abandonarse, caer en la delincuencia, en la violencia. La misión nuestra hoy está allí adentro. Y también afuera, como ahora, que traemos esta muestra para compartir también en Barcelona una visión que no es la oficial, la de los grandes medios.

Un movimiento político-cultural

por Samanta Salerno para Revista La Mecha

¿Cómo empezó tu militancia?

Mi militancia empezó en el año 70… y algo. Yo nací en Buenos Aires en, Lanús, y me fui a hacer el servicio militar a Córdoba. Y así empezó mi militancia con compañeros soldados, porque Córdoba era un polvorín en esos años, el Viborazo, el Cordobazo, había una actividad política social impresionante. Estábamos ahí y de vez en cuando salíamos a patrullar Córdoba y nos enfrentábamos a situaciones muy difíciles, había de todo que se yo, armábamos grupos de soldados y debatíamos que hacíamos, que no hacíamos, frente a determinadas situaciones que se nos podían presentar, y bueno ahí en realidad empezó mi militancia mas o menos orgánica , digamos… bueno después todo ese proceso que fue del 73 al 76 yo no estaba en el peronismo, estaba en la izquierda no peronista mas ortodoxa y todo ese proceso lo vi medio desde afuera, la política pasaba por el peronismo, era evidente, nosotros lo veíamos desde afuera. En esa época ni bien salí del servicio militar fui a trabajar a la fábrica, yo algo sabia porque mi viejo había trabajado en SIAM, mi viejo tenia una militancia gremial y bueno en determinada época echaban a la gente de SIAM y los indemnizaban y mi viejo agarro y se hizo un tallercito metalúrgico y yo ahí aprendí muchas cosas. Cuando salí de la colimba fui a trabajar a la fábrica con la idea de hacer militancia gremial y política por supuesto, ahí estuve hasta principios del 76, en realidad después seguí trabajando en fábrica, en Buenos Aires trabajé en el gremio automotriz SMATA . A principios del 76 hubo una represión muy grande en La Plata y los compañeros me pidieron a mi que vaya a reemplazar a algunos compañeros y estuve laburando en la fábrica en zona de gran La Plata. Y de ahí tuve que pasar a la clandestinidad porque me fueron a buscar un par de veces y zafe ahí, porque bueno, que se yo son cosas… después de ahí fui a Córdoba estuve un tiempo, siempre con militancia. En realidad siempre en La Plata como en Córdoba me toco la atención de compañeros que estaban penalizados, detenidos, a atender a los familiares, como en La Plata ya lo había hecho sabia como abordar el tema de los familiares, inclusive hacer la relación con los compañeros de adentro, de hacerles llegar algún material para que no se desmoralicen y bueno… esa atención de adentro afuera , ahí aprendí a relacionarme con presos comunes, que hacían cosas por nosotros , por los compañeros, y bueno toda esa actividad se hizo en Córdoba hasta que ahí también tuve que salir digamos…Después durante un tiempo estuve en Buenos Aires sin hacer nada, en el sentido de militancia expuesta porque era difícil, ya en esa época lo mataron a mi hermano que era delegado en CHRYSLER y ahí tuve como una crisis, sobre todo con algunas cuestiones que ya venía viendo que era una época donde la disciplina era fundamental y uno acataba y calladito. Era una época donde estaba repensando algunas decisiones, algunas cuestiones y bueno empecé a diferenciarme y empecé un proceso diferente de independencia de base digamos, de las disciplinas partidarias y me dedique mas al tema del estudio. Empecé a estudiar en la facultad, me inscribí, ya era grande y empecé a estudiar antropología en la UBA, después de ahí salté al tema del cine, a través de un grupo que estaba haciendo investigación a través del cine, del súper 8 de esa época, ahí empecé a estudiar cine como una manera de aportar a eso. En realidad mi preocupación era que no había entendido lo que pasaba y quería averiguar que era lo que había pasado y de casualidad me encontré con el cine. Quería estudiar y leí mucho en esa época. En la época anterior había leído un par de cosas de segunda mano, digamos, mas que nada de táctica y estrategia mas que de concepciones políticas, bueno toda esa época que estuve digamos refugiado me dedique a leer muchísimo, a estudiar, inclusive a estudiar lo que en ese momento estaba cuestionando entonces me servia mucho para eso, una época de reflexión, inclusive en la propia facultad claro. A partir del cuestionamiento a la antropología oficial y bueno ahí conocí un grupo de gente y sus escritos, Adolfo Colombres, Rocco, Kusch. Ese fue un punto de encuentro con el Chiqui Falcone. Colombres es de profesión abogado, nunca ejerció, una especie de antropólogo que desarrollo la teoría social de apoyo, trabajó con las comunidades indígenas aquí, en Ecuador, en México, toda una experiencia de trabajo comunitario. El escribió un libro muy importante de cabecera para todos los que hacemos documentales “Cine, antropología y colonialismo” un abordaje crítico de lo que se había hecho en las relaciones de cine y antropología. Una antropología clásica, una disciplina del colonialismo que prácticamente hoy no tiene vigencia a pesar de que en muchos círculos académicos se sigue practicando. Kusch fue el filósofo de la América profunda. Y bueno empecé a indagar en esa América profunda que no pasaba por las clases que mas en evidencia parecían como protagonistas de los procesos sociales, la clase media, la clase obrera, empecé a indagar en otros mundos , en otros sectores de la resistencia que me sirvió muchísimo porque después de muchos años me doy cuenta de que eso es lo que empieza a reemplazar las viejas estructuras sindicales y políticas, para mí hoy definitivamente, en ese momento estaba en crisis, hoy estoy totalmente convencido de la fragilidad metodológica y política de las organizaciones verticales. Entonces Colombres planteaba un cine que era hacerlo junto a las comunidades, sobre las comunidades y para las comunidades. Es como que empecé a encontrar la unión entre el cine que apareció de casualidad y mis inquietudes sociales.
¿Y seguiste cine?
En realidad empecé a estudiar en la escuela de Avellaneda donde hoy soy docente, empecé a hacer cosas, en primer año hice una experimental, en segundo año hice “la mascara de la conquista” que habla sobre la conquista de América y empezó a sonar, me invitaron siendo estudiante todavía al festival en Alemania a mostrar mi trabajo, también al festival de La Habana ese año, que se yo son cosas que pasan. Y bueno de ahí no pare hice “Hombres de Barro” que fue uno de los primeros documentales que se estreno comercialmente acá. Después hice una ficción y me di cuenta que no era lo mío, volví al documental. En el año 95/96 vi la necesidad junto a otros compañeros de empezar agruparnos, de empezar a generar un encuentro de documentalistas que en ese momento parecía medio tirado de los pelos porque era el auge del neoliberalismo y nosotros caracterizábamos en ese momento que se caía, que había resistencia, justamente por nuestra tarea de documentalistas de ir a los barrios, ir a las comunidades, a las provincias. Y en el primer encuentro que hicimos en Avellaneda nos dimos cuenta que si , que había un montón de materiales, ahí descubrimos Cutral-co a través de un video que vino de allá todo el tema de los fogoneros, para esa época fue lo de Teresa Rodríguez y armamos un grupo que se llamo La Cuadrilla que era como un grupo de camarógrafos, sonidistas, para ir a cubrir los registros que había en la calle. Y se empezó a armar un grupo de estudiantes, de docentes y alumnos. Empezamos a armar un encuentro de documentalistas y en el 2001 rompimos con Avellaneda, en realidad cambiaron las autoridades en Avellaneda y nos tuvimos que ir porque nos querían coptar, la Alianza, y nosotros no estábamos dispuestos. Muchos se quedaron, otros nos fuimos y tres fundamos el Movimiento de Documentalistas y empezamos a convocar gente y todo el proceso del 2001, la gran movilización que hubo hizo que creciéramos mucho. Hoy aportamos un dato objetivo a la realidad cultural y comunicacional.
¿Cuáles son las actividades que hace el Movimiento de Documentalistas?¿Cómo fue ese encuentro?
Y toda esa historia se mezcla con la historia de otros compañeros de distintos orígenes, social, político, y bueno, empezamos a coincidir en algunos puntos muy importantes, yo no se si es casualidad o que , se acerco Fernando Alvarez que había tenido una formación interesante, Falcone desde otro lugar muy diferente al mío desde el punto de vista ideológico llego, Fernando Buen Abad Dominguez un mexicano relacionado con el zapatismo, y bueno empezamos a encontrar coincidencias que nos sorprendía a nosotros mismos con la idea desde el marxismo, el nacionalismo revolucionario y el zapatismo analizando desde donde estábamos, empezamos a encontrar formas de discusión , de funcionamiento, coincidir en perspectivas de trabajo. Bueno si bien seguimos con la idea de coordinar documentalistas, ampliamos o sea trabajar en la cultura, en la comunicación y fundamentalmente hacia los movimientos sociales empezamos a trabajar con la idea que seria de Colombres para las organizaciones indígenas, que era el trabajar junto con la gente y también que la gente tuviera la posibilidad de generar su propia imagen. Empezamos a hacer talleres, como el que empezamos a hacer en Marcos Paz con diferentes movimientos. Y bueno seguimos organizando los festivales para difundir los documentales. Muy importante fue las relaciones internacionales que empezamos a establecer a partir del Festival de los Tres Continentes, tenemos relación fluida con compañeros de Sudáfrica, la India, Palestina, Venezuela, y a través de los documentales que intercambiamos nos damos cuenta que las realidades son las mismas, que la lucha es la misma y eso es interesante que al difundirlo la gente vea que no esta anclada y para nosotros es muy importante eso para confirmarnos en nuestras convicciones de organizar un movimiento político cultural, como definimos el nuestro. Digamos un movimiento como funcionamiento a partir de referentes, es una organización independiente del poder político y económico de los aparatos políticos y gremiales. Intenta en su actividad social gestar autogestión por lo menos en lo que nosotros trabajamos en los procesos culturales y comunicacionales y bueno con la idea de aportar a esos procesos sociales que tienen que ir creciendo en la medida que la propia dinámica interna los haga desarrollarse, nosotros aportaremos desde lo nuestro lo que podamos. La vertiente zapatista fue muy importante para nosotros y de hecho no formamos parte del zapatismo porque no tiene nada que ver las realidades, pero coincidimos desde distintos ángulos con el neozapatismo. También incorporamos cosas del marxismo, del nacionalismo revolucionario coincidimos en la tradición de Amilcar Cabral, hemos vuelto a leer a Franz Fanon hemos establecido un cuerpo de referencias.
¿Contanos sobre los festivales, como se ven las problemáticas en los tres continentes?
El neoliberalismo llego a todas partes, el Banco Mundial y el FMI hizo mierda todo, la industria textil en la India…Vemos documentales de todo el mundo y se ve lo mismo. El proceso latinoamericano es muy particular, es especifico de Latinoamérica yo no lo vi en otros lados. La resistencia palestina es importantísima yo creo que la influencia en Latinoamérica no se ve pero existe, no por nada los pibes se enmascaran como los palestinos, tampoco es casual que se pongan los pasamontañas como los zapatistas. La resistencia palestina es muy importante no hay que leerla como un enfrentamiento solamente con el Estado de Israel, es una resistencia contra el imperio y así se olfatea y bueno ahora en Irak. Hay focos de resistencia, a medida que el pueblo palestino siga resistiendo el imperio no puede asentar la pata ni en Afganistán, Irak, ni Irán. El pueblo palestino es el eje de la cuestión si ellos dejan de luchar probablemente tengan mas posibilidades. Porque la lucha del pueblo palestino no le permite a las burocracias y a las realezas del mundo árabe entregarse totalmente al imperio, esa resistencia les impide, aunque algunos lo hacen, nunca pueden del todo porque la resistencia palestina esta viva. Se ven muchas películas que vienen de Palestina y en esa situación siguen produciendo y nosotros decimos ¿cómo hacen? resisten, entonces ese pueblo es heroico. Corea, la lucha que vimos de los ferroviarios coreanos contra la privatización de los ferrocarriles, por lo menos hasta que vimos la película fue triunfante, no los pudieron privatizar. Hay luchas en todas partes, esta bueno tener la posibilidad de compartir, ver y tener una idea de lo que esta pasando en el mundo y ves como los pueblos hacen experiencia y cuando se cae en un lugar resurge en otro.
¿Además del festival de tres continentes que otros actividades hacen?
Ahora en noviembre esta el Festival de Tres Continentes en Venezuela que lo organizamos junto con Vive. También esta el tres continentes sudafricano y en enero en la India, hay un festival nacional de video y cine documental, una retrospectiva nacional, una retrospectiva latinoamericana y de los tres continentes y hay una muestra de la cinemateca argentina. El Movimiento también tiene un programa de radio en FM La Tribu que se llama La Cuadrilla, ahí hablan los protagonistas de los documentales, también tenemos una revista virtual que sale todos los meses mas de discusión estratégica digamos que también se llama La Cuadrilla y tenemos un sitio, www.documentalistas.org.ar
¿Cómo ves la realidad hoy, que análisis haces?
Que no es mío, el mío coincide con el Movimiento. Estamos en una etapa de gatopardismo. Caracterizamos que no ha cambiado nada en el modelo económico que hay como un maquillaje que en definitiva en el fondo de la cuestión el modelo sigue intacto, se paga puntualmente al FMI con las reservas, no se produce ningún cambio a nivel estructural económico y menos de infraestructura y la dependencia con la metrópoli imperial sigue intacta. Y bueno es difícil porque la clase media se ha creído el discurso progresista del modelo Kirchnerista, no pensamos que es así, hemos estado en Venezuela hemos trabajado, conocemos bien el proceso venezolano y la idea que el proceso argentino se parece al venezolano es descabellada. La Revolución Bolivariana genera organizaciones de base políticas que controlan la actividad del Estado que no solo la controlan sino que determinan muchas de las políticas estatales. Nada que ver con la Argentina. Creemos que hay que seguir trabajando en la base como desde el 2001, creemos que “el que se vayan todos” esta dormido pero no muerto, creemos que la autoorganización esta ahí latente. Y que quedaron islas, están ahí, en todas partes, en todos los barrios que nosotros trabajamos hay islas de resistencia mas grandes, mas chicas pero están ahí vivas. Y bueno que no se puede hacer madurar la fruta usando un soplete porque se quema y que las condiciones van a ir dándose porque es inevitable, porque el modelo es inviable desde el punto de vista social. Empezaron a reprimir a los compañeros desocupados porque no cierra, porque este modelo no cierra sin represión, entonces la idea es estar ahí ayudando a los compañeros, aportando, desarrollando los talleres, pasando Pochohormiga , pasando Impa, esos materiales que permitan a los compañeros ver con confianza la posibilidad de no depender del puntero político, del subsidio. Y la perspectiva es esa, que esas islas se vayan uniendo, ir viendo la posibilidad de generar redes, que los movimientos que estén aislados en lo que podamos, tratar de conectarlos.
¿Y Latinoamérica?
Nosotros los procesos importantes que vemos son los que suceden desde abajo, el ecuatoriano, ahí ha surgido una fuerza política impresionante que creemos que se equivoco al apoyar al gobierno de Gutierrez, así como lo impulso, cuando le soltó la mano se cayó, de hecho Bolivia, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, el zapatismo, fundamental, que sale de Lacandona y ahora se extiende por todo México. Y el proceso bolivariano, no el chavismo, lo del chavismo no lo pronunciamos por ahora, es impresionante, es parte de un proceso que se inicia con el Caracaso, no sabemos donde va a ir el chavismo porque no es solo Chavez, ahí hay mucho adentro, pero el proceso que sucede por debajo de organización, de conciencia popular de su propia fuerza es impresionante. Hay en toda Latinoamérica movimientos de base diferentes a los tradicionales que estamos acostumbrados de los 60,70.Vemos que hay un proceso de resistencia muy importante, los mapuches en Chile, y como dice el subcomandante Marcos que cada lucha es de todos, de campesinos, de trabajadores, mujeres, ancianos, travestis, es de todos y vemos como que hay una extensión de movimientos. Y en Argentina, no hay que olvidarse, el proceso del 2001 “que se vayan todos”, esta vigente. Las asambleas populares no se murieron , están son cinco, diez están, en cuanto el gobierno muestre las cartas van a volver a crecer y así los movimientos en los barrios, cuando la crisis arrecie son como semillas que van a volver a germinar. Uno viaja por ahí y desde afuera se ve mejor que desde acá, la gente te dice que bueno como el pueblo argentino se mueve, se organiza y lucha. Son procesos, nos vamos sacando mentiras de encima, van cayendo muñecos, lo importante es que nos hagamos cargo como pueblo de lo que queremos.
- Samanta Salerno -

Una cámara en el puente caliente

Por Oscar Ranzani para Página 12

El director se acercó a los asambleístas entrerrianos casi por obra de la casualidad y terminó accediendo a su pedido de registrar el caso que puso al rojo la relación con Uruguay.

“Tenemos que participar comprometiéndonos en acercarnos de lleno a la situación”,

“Mañana tal vez tenga que sentarme frente a mis hijos y decirles que fuimos derrotados, que no supimos cómo hacer para ganar. Pero no podría mirarlos a los ojos y decirles que ellos viven así porque yo no me animé a pelear.” La frase anónima fue estampada en uno de los numerosos carteles de los asambleístas de Gualeguaychú y expresa sintéticamente el espíritu del documental Que viva Gualeguaychú!, dirigido por Miguel Mirra. A lo largo de casi una hora, la película del coordinador del Movimiento de Documentalistas desgrana las posiciones de ambientalistas argentinos y uruguayos –que, para sorpresa de muchos, coinciden en la defensa de lo natural– en relación con el conflicto de las pasteras Ence y Botnia, ya que al momento de su rodaje la empresa española todavía no había anunciado su relocalización. Y funciona como una síntesis porque después de ver Que viva Gualeguaychú!, queda claro que el pueblo de la provincia entrerriana se siente muy firme en su pelea contra la contaminación y en su defensa de la vida y del medioambiente. En medio de un clima que va subiendo de temperatura entre Argentina y Uruguay –véanse páginas...–, se estrenará Que viva Gualeguaychú! mañana a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), con repeticiones el jueves 7 a las 21 y el viernes 8 a las 19.

Miguel Mirra cuenta que, tradicionalmente, había abordado las problemáticas de los pueblos indígenas y que había tenido un acercamiento al conflicto con los problemas que ocasionan los desmontes en Salta. Hasta que un día se acercó al Centro Cultural Plaza Defensa a escuchar una charla de asambleístas de Gualeguaychú. No tenía en mente realizar algún trabajo documental pero, al hablar con los representantes de la asamblea, éstos le pidieron si podía realizar un trabajo audiovisual de la marcha al puente internacional que convocó a 100 mil personas el 30 de abril de este año, y que fue leído mayoritariamente como una demostración de la fuerza que tenían los pobladores de Gualeguaychú a la hora de defender su tierra frente al intento de avance del capital multinacional. “Nosotros necesitaríamos cubrir la marcha”, le propusieron a Mirra. Y el documentalista se calzó la cámara al hombro y realizó un trabajo audiovisual de unos quince minutos de duración. “Ahí me quedó la idea de profundizar la cuestión”, afirma Mirra, quien luego realizó Que viva Gualeguaychú! “conmovido por la participación de la gente”.

–¿Qué objetivos se propuso con su documental?

–Conmovido por la situación, sentía que había que colaborar, de alguna manera, en clarificar algunas cuestiones que, para mí, no estaban muy claras y creo que para mucha gente tampoco. La idea era dar a conocer esta situación desde distintos puntos de vista, poniéndola en contexto. En general, lo que se veía en los medios eran cosas puntuales, coyunturales: no había visto un análisis histórico, de contexto social, político. El objetivo era poner esto de la asamblea de Gualeguaychú en un contexto mayor. Por otro lado, también estaba interesado en la asamblea. Tuve la oportunidad de estar presente y me pareció un fenómeno que había que poner en evidencia. Las dos cosas: poner en contexto el conflicto y clarificar, en la medida de lo posible, lo que es la asamblea y lo que significa para Gualeguaychú.

–¿Qué fines sociales y políticos tiene el cine en estos casos?

–Tenemos que participar, en primer lugar, comprometiéndonos en acercarnos de lleno a la situación. No desde una supuesta objetividad ascética sino participando, yendo, estando con la gente, y también haciendo. En ese sentido, entonces, uno puede hablar desde adentro de la situación y dar a conocer las cuestiones más profundas y no las superficiales. Creo que el rol del documental es ése. Y en este caso, desarrollar el tema desde los afectos, desde las broncas, frustraciones y gratificaciones que la propia gente tiene en su lucha.

–Al ver la película, da la impresión de que la posición de cierta parte del pueblo uruguayo se diferencia de la de su gobierno. ¿Qué reflexión se llevó usted de esto?

–Yo no sé si hablar del pueblo uruguayo. Es más, el documental habla de Gualeguaychú y trata de circunscribir porque no podemos generalizar fácilmente. Lo que yo vi, sobre todo en Fray Bentos, fueron dos posturas. Creo que todos tienen conciencia de la situación, absolutamente. Pero hay mucha gente que, producto de las políticas neoliberales, se ha quedado sin trabajo durante mucho tiempo, el campo en Uruguay fue muy castigado. Entonces ven las pasteras como una posibilidad de trabajar. Inclusive muchos me han dicho: “Prefiero morirme de cáncer dentro de veinte años y no de hambre ahora”. La de allá es una situación muy difícil. Lo que pasa es que por ahí también la manipulación de la información que ha habido no le permite ver a mucha gente que existen otras posibilidades de trabajo que no sean las de contaminar el río o la tierra. Hay otro sector que yo creo que está muy censurado, como la gente que aparece en el documental que tiene clarísimo, en primer lugar, el tema del monocultivo de pinos y eucaliptus y todas las consecuencias que traen. Hay que agregar que son las materias primas para las pasteras que están afectando los suelos, despoblando el campo en una zona bastante grande porque se necesita mucha menos mano de obra. Entonces, hay gente que tiene mucha conciencia de esto pero no tiene la posibilidad de acceder a los medios en Uruguay.

–Uno de los aspectos que se mencionan es que así como las pasteras pueden contaminar, después sus países de origen no comprarán los productos que en Gualeguaychú se fabriquen porque acusarán a la zona de estar contaminada.

–Exactamente. Ya está pasando en el sur de Chile con las pasteras que hay ahí. Se sabe que Chile es un gran exportador de vinos. Bueno, ya tiene dificultades de exportar los vinos de esa zona porque están en zona de contaminación de pasteras. O sea, estas grandes empresas que pertenecen a los países del llamado Primer Mundo no pueden seguir contaminando en sus países. Vienen a estos países y, después, los acusan de no tener suficiente cuidado en sus productos y les dejan de comprar. Es una rueda terrible. Pero no les importa porque, en realidad, ellos van por la ganancia. Y cuando agoten los suelos, como en el caso de la soja, o cuando se lleven todos los minerales, como en el caso de la minería química, a cielo abierto, cuando lo agoten y contaminen se irán a otro lado.

–¿Por qué no incluyó el testimonio de ningún funcionario uruguayo?

–Elegí un punto de vista y me negué a darles voz a las multinacionales. Lo que dicen los funcionarios uruguayos es lo mismo que dice Botnia.











































































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